domingo, 2 de junio de 2013

Siesta

Era una situación rara. Había un mago en una montaña. Y un poder lo traía hasta donde estábamos. Muchas personas. Era una reunión, en un jardín. Había bancos largos, y una pantalla. Una mujer hablaba de algo, era como si fuese una reunión familiar, pero de repente toda la familia es lejana.
Y estaba con mi chico cerámica, sentada a su lado en uno de esos bancos largos, con muchas barras de madera finas en el asiento. Como los de plaza modernos.
No sé que diría la señora, creo que hablaba de poderes y del mago. Pero a mi no me importaba porque simplemente le preguntaba a Andi si quería venir a cenar a casa, estar un rato, charlar. "Quedate conmigo", le decía, yo vestida con mi musculosa lila en ese día veraniego. Y él se alejaba de mí, a lo largo del banco. Se achicaba en la punta del banco, encogiendo los hombros, hundiendo el vientre, mirando hacia abajo, hacia el otro lado, negaba con la cabeza, balbuceando. Entonces, yo le decía que está bien, que si no quiere, que no se lo tome así. Que no se asuste. Pero la asustada era yo, y así, asustada, apenada, angustiada, desperté de la siesta.

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