lunes, 22 de julio de 2013

Que noche la de anoche!

Estoy buscando la casa de un amigo. O mas bien, un conocido. Es policía, pero voy para saludarlo, apenas a tomar unos mates, cortesía. Voy caminando, pero no recuerdo bien dónde es la casa. Cuando llego a la calle Canadá, me doy cuenta de que no voy a llegar: no recuerdo bien el aspecto de la casa, creo que agarré para otro lado, no llego. Estoy lejos del centro, y claro, veo la ruta desde esta calle.
Decido volver, pero tomo una de las diagonales para acortar camino. Mientras tanto, llamo a Chico Cerámica. Tengo mi celular viejo, y el que me prestó J. En uno de los teléfonos, Chico Cerámica no está en la agenda... y en el otro, cuando llamo, me atiende otra persona, una mujer. Me dice que no conoce a nadie. Llamo de nuevo.
No, no. evidentemente, el número es de ella, a mi me quedó mal agendado.
Igual, estoy en la cama, en casa, y no tengo que llamar a ese hombre nunca mas. No al menos ahora.
Pero ya llegué a casa, y por suerte él está ahí, y puedo acurrucarme a su lado (no estoy del lado correcto de la cama, pero no importa). Él mira la tele, tiene el control remoto en la mano. Yo apoyo la cabeza en su hombro, me abrasa. Siento su calor, el latido de su corazón, el pecho que sube y baja. Y lo beso
Y le digo que me preocupé mucho, que vuelva a casa. Él me mira desganado, incómodo por mi pedido. Pido, le pido que no vuelva a irse. Que lo quiero en casa.
Me dice desganado que bueno. Pero que es mi casa, no puede quedarse siempre en mi casa. Y ya sé que no puede, aunque me despierto llorando porque quiero que vuelva.

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