Y, cualquiera, a esta altura, sería un idiota si no lo sintiera. Y es lógico, no? Tantos porrazos... finalmente, entra el temor. La prevención. Y la sospecha.
Cómo va a ir todo tan bien?
Pero aún cuando la situación es irracional. (Como la otra noche, donde yo pensaba "tiene ese perfume raro", y decime, a mi, con mi pésimo sentido del olfato, si es que es racional pensar una cosa así... Sobre todo porque el chico cerámica estuvo conmigo casi todo el día, en realidad la noche... mirá si después de bailar chacarera y zamba y cueca le van a quedar restos de perfume de alguien, y que encima recién me voy a dar cuenta cuando se saque la ropa?). Como te digo, puede ser irracional o muy racional, pero no se puede reaccionar mal. No se debe ser irracional. No se debe ceder al miedo.
Porque tengo miedos.
Es fácil tener miedos. La confianza en el otro, está. La confianza se da un día, y se quita rota. Y como no me la rompen, no la quito. Pero, no quiere decir que no tema el crac. Y sé que sin razón. O mejor dicho, con toda una historia de razones. Toda una historia que no me sirve para nada, en este particular contexto. Toda una historia de buenas razones para desconfiar de todo, de todos, y sobre todo de mi misma. Pero igual, entrego la confianza.
Es decir, no soy estúpida. Sé que todo puede estar mal. Que todo puede volverse malo. Que se puede ver "esta vida tan oscura, corazón", como canta todas las mañanas mi directora. Pero, quizás la grandeza de todo esto es ignorar el temor, frenar el miedo, hacerse fuerte. Fuerte en el amor, en la confianza, en la grandeza, en la alegría, en el placer, en las risas, en la fe.
Porque el miedo es lo que mata al amor. Y es demasiado bueno amar como para perder todo, temiendo el porrazo contra la pared (esa pared invisible, imaginaria o improbable)
1 comentario:
Y además, el miedo es algo que te come. te mete dentro de una espiral y no te deja salir. Pero, ¿sabés qué? El miedo no es más que un fantasma, y a los fantasmas se los echa con una sonrisa.
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