jueves, 26 de enero de 2012

obsesión

No me gusta lo que me pasa. O sea, porque al fin y al cabo, vi a ese flaco una vez y ya. Solo es buena onda, buena espina (¿habrá buenas espinas?). Y por un lado la soledad que me pesa (pese a que hay uno siempre a mano, ese abogado por ejemplo, pero no me trata suave, y me cansé de eso... quiero otra cosa) y resulta que entonces, quizás es mas fácil colgarse hora, hora y pico en el chat y darle darle.
Y bueno, si. La soledad pesa, aunque se hace lo que se puede por esquivarle el bulto. Amigos y amigas, nuevos y viejos, y tratar de mantener la agenda ocupadita...
Y nadie que me diga la posta, porque... ¿como haces para que un flaco que una quiere, te invite a tomar un café? Porque si esta noche me encuentro a ese morocho que canta zamba con vos rasposa, y esos rulos negros hermosos (¡cómo me gusta la onda de los chicos del folklore, por dió!), y no me encuentro con este muchacho, que es por demás muy poco probable, entonces me traigo al morocho pa´casa, que al fin y al cabo, canta zambas con vos rasposa y tiene manos cálidas y halago fácil. Pero también sé que no me sirve, que es esquivarle el bulto a la soledad, y que es tan distinto de ir y hablar (bah, chatear), una hora hora y pico sobre música e historietas y rock y literatura y cultura libre. Y por supuesto, no es como el abogado, que será muy inteligente, pero de lo que dice me interesa todo muy poco. Y no me interesan sus manos enooormes pero bruscas (se ve que me malacostubre a las suaves manos del malvado guitarrista). Pero en realidad, a la vez voy rechazando al violinista, por joven, por músico y porque estoy pensando en ese muchacho, que chateo y chateo, y decime, vos que lees y te las sabes todas (?) ¿qué le digo así me invita un café, una cerveza, un mate, una esperancita?

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