miércoles, 2 de febrero de 2011

Que noche la de Anoche 23

Estábamos en la reunión. Porque si bien la convivencia tanguera era un lujo, y los departamentos estaban muy bien, y todos habíamos podido arreglar bien la mudanza, ahora, había que usar los espacios comunes. Y ahí estábamos, unos cuantos tangueros (la señora rubia, un amigo, otra amiga, mi ex novio C) discutiendo sobre cosas como "si corremos las mesas así, tenemos la pista para bailar" "y si armamos el escenario allá, el sonido hay que ponerlo acá". Discusiones re importantes porque ocurría la organización de la primer milonga para esa nueva comunidad. C, también estaba, poco a poco se va disolviendo la importancia o la atención de la charla, con sabor a cuestiones resueltas. Conversaciones personales empiezan a asomar, aquí y allá, en parejas. Los chicos interrogan a C, y yo llego a escuchar que está bien, que esta contento, que esta enamorado, que la vida sigue, que es feliz, que ya no duele, que hay otra.
Y yo, empiezo a llorar. A llorar, me voy corriendo de nuestro SUM, ese que es tan lindo, justo, justo para lo que los tangueros lo necesitamos. Salgo del complejo de departamentos. Dejo atrás ese edificio de paredes amarillas y sol, y corro a la calle, a la vereda gris, paredes grises y el peor llanto, el que te dobla en dos, el que te llena de dolor y mas dolor y mas dolor. Pienso a los gritos ¿cómo podes hacer algo así? ¿decir sin pensar lo que duele? ¿como podes hacer algo así?.
Y el llanto es tan tan fuerte, que me despierta.

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