jueves, 30 de septiembre de 2010

Era por la tarde y llovía

Volver en auto desde el trabajo me despertó revoltijo en el estomago, mareo. Un gran cansancio, muchos nervios y algo de histeria colectiva fueron mi trabajo. Habiendo comido galletitas y un enorme alfajor Tofi a la mañana, me salteo el almuerzo y tomo mate durante la reunión.
Llego a la casa, con frío. Llueve en el Valle. Los manzanos llenos de flores, recién lavaditas. Todo muy lindo... pero ese auto iba tan rápido. Apenas llego a despedirme antes de tratar de caminar, no tambalearme y caer no. Caminar a casa.
El aire frió y húmedo es un bálsamo.
Pero llego sintiéndome muy mal. Mi casa esta cálida, mi novio C, mi hombre, esta estudiando pero, como una promesa, como una esperanza, invade la casa el aroma de la levadura.
A la media hora, de mimos y de cerrar los ojos unos minutos, me despierta el pan, amasado con orégano y toneladas de amor, untado con manteca, crujiente por fuera, tierno por dentro, dorado y blanco.
Mi novio C me alimenta, estoy segura de que una de esas diademas hechas de luz se le va a ver cualquier día sobre la cabeza... yo feliz.

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