Entonces, ayer se murió mi abuelo Cholo.
Parece que llevaba como veinte días en coma farmacológico (que es tan fashion ultimamente), y pensaron que era tiempo de sacarlo de ahí y ponerlo a respirar solito como Dios manda, que después de todo ya podía... y no lo pasó, le dio un paro. Y se murió.
Y a mí no me duele la muerte de mi abuelo. Me duele por mi padre, eso sí. Lamento profundamente todo el dolor que debe sentir mi viejo, y todo el lío familiar que debe afrontar. Lamento que le pase enterarse de lejos, que deba salir corriendo al aeropuerto, rogar por un pasaje. Lamento que llegue allá y tenga que vivir en lo de mi abuelo, esa casa donde supe vivir mal, y donde se vive mal. Lamento la mala relación con los hermanos. Lamento sus ganas de estar, pese a todo.
Y lamento profundamente lo que va a ser la parte mas dolorosa... la parte que venga el resto de este año, cuando repartirse una casa destrozada sea ya lo último que comparte con sus hermanos.
Yo perdí a mi abuelo hace varios años ya. Lo perdí una vez que con mi Ex L. fui a buscar el resto de mis cosas que quedaban ahí. Una huida de un pequeño infierno al que ya no pertenecía, pero que me había golpeado duro antes de irme definitivamente.
Perdí abuelos y tíos, paulatinamente, en unos mas o menos cinco o seis meses perdí. A la Heidi de mi tía bastante rápido... a mis otro tíos mas lentos. Me quedó otra rama de la familia, y finalmente pensé que mi abuelo ya estaba muerto porque ese que estaba ahí no era mi abuelo, ese estaba loco, tenía algún problema, no era con quién viví dos años, tomando mate las terdecitas de sábado con el pan recién tostado, la manteca derretida por el calor del pan. No era el abuelo que me pellizcaba con los dedos de los pies las piernitas o con los dedos de las manos los cachetes (me pellizcaba fuertísimo! era horrible ir a lo de mi abuelo Cholo). No era el abuelo que cuando murió la abuela Chela puso esa foto de ella donde parece una actriz de cine sobre la mesa de luz. El abuelo que puso una perilla de cerámica, con una rosa pintada, en las puertas de mi placard. El que armó mi bicicleta (porque ese, el que no era mi abuelo, le puso unos soportes y la hizo fija), el que armó mi velador con un copón antiguo.
Mi abuelo se murió años antes de morirse. Mi nono.
Ahora ando desabuelada en serio, la vida no cambia un ápice. Quizás mis padres estén mas tristes, eso sí. Quizás yo este un poco mas triste, también. Pero fuera de eso, no puedo percibir, en mi apelación absurda a la objetividad, que nada haya cambiado por acá, en el sur.
1 comentario:
Abrazon. Que no se puede decir mas nada que eso.
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