Iba a escribir un post sobre el enojo de C anoche. Sobre no poder dejar el pasado atrás, o sobre tenerlo adentro, o al lado, o en una cita al juzgado. Iba a decir cosas crueles, llenas de rencor (una que se me estuvo viniendo a la cabeza: mejor buscate una novia virgen). Iba a decir cosas tristes.
Y si bien no puedo apagar mi enojo del todo (se lee fácil mi enojo, entre comas, entre paréntesis). Y si bien mi tristeza me juega malas pasadas de esperanza (y un almohadón y la campera se transforman en una cabeza oscura, un torso, dormidos sobre el sillón, maldita penumbra y miopía)...
Acabo de recibir un mail de trabajo que me saca de mi estacada. Y todo cobra otra perspectiva.
Y se convierte en un juego de niños, cruel si, pero relativamente inofensivo, la partida de C anoche de casa.
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